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martes, 20 de mayo de 2008

SU AMIGO QUE NADIE VE

Muchos niños de entre tres y cuatro años, y como fruto de su gran imaginación, suelen tener amigos imaginarios. Con ellos, y mediante juegos, aprenden a entender las relaciones sociales y todo lo que a su alrededor acontece.


¿Con quién estás hablando? Con mi amigo Luis. ¿Y dónde está? Aquí, sentado a mi lado. No, no es que el niño se esté volviendo loco, ni que tenga alucinaciones. Se trata de un aluvión de imaginación e ingenio aplicado a la compresión de un mundo lleno de novedades.

Esta creatividad incipiente y arrebatadora, es un símbolo inequívoco de que el niño abandona su mundo interior para abrirse a la socialización y comprensión de un entorno enorme y fascinante.

El despertar de las inquietudes
Es increíble observar cómo los niños son capaces de transformar su cuarto en un castillo, como dan vida propia a un muñeco e incluso crean seres imaginarios que sólo ellos pueden ver. Estos derroches de imaginación, no dejan de ser una señal de pensamiento complejo, y son frecuentes a la edad de tres o cuatro años.

Los hijos únicos o los niños con un alto grado de inteligencia son los que suelen adoptar compañeros imaginarios, con los que poder practicar y desarrollar habilidades sociales. Poco a poco los compañeros imaginarios desaparecerán para dar paso a los amigos reales. Esta amistad ficticia afecta al 50% de los niños entre los tres y los diez años, pudiendo ser ese cómplice, una persona o un objeto.

Su cómplice
La creación de un ser ficticio, viene originada por la búsqueda del pequeño de un apoyo y seguridad para afrontar un mundo incierto. Este nuevo amigo, puede ser el portavoz de los sentimientos o estados anímicos que el niño no se atreve a exteriorizar por sí mismo; sobre todo negativos, como rabia, odio, mentira, envidia o egoísmo.

Los diálogos y tratos que el niño mantenga con su amigo imaginario han de respetarse. Para él este cómplice de sus pensamientos puede hacer todas las cosas buenas o malas, incluso puede hablar con él como si fuera real. Si los padres invaden esta intimidad con preguntas constantes sobre el amigo imaginario, los niños tenderán a no volver a hablar de ellos, los convertirán en clandestinos y perderán todo su atractivo.

Cuando el amigo es un problema
Gracias a los amigos imaginarios el niño logra encontrar su propia identidad y descubrir el mundo por sí mismo. Pero en ocasiones puede que el pequeño se refugie en sus fantasías y rehuya el contacto con elementos reales, como las actividades escolares o familiares. He aquí cuando debe comenzar la preocupación.

El niño tiene que aprender a disfrutar de la gente que le rodea, tanto en casa como con los compañeros de colegio y juegos. Si se siente discriminado o falto de afecto y cariño, el vínculo que le une con la fantasía se hará más fuerte. Soñará con el cariño y con los amigos comprensivos, creando todo un mundo de fantasías. Encontrará así en su amigo imaginario todo lo que le gustaría ser, pudiendo incluso, identificarse con cada uno de sus padres bajo el mismo disfraz del amigo imaginario.

La fantasía y la imaginación son un síntoma inequívoco de actividad mental y de desarrollo del niño. Pero cuando ésta se convierte en su única realidad -y rechaza el contacto con otros niños u otras actividades- deben tomarse medidas. Habrá que resaltarle la importancia de unas buenas relaciones para la socialización y el disfrute de juegos, actividades, sin que para ello tenga que romper con sus fantasías.

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