Alrededor de los dos años la palabra “no” se convierte en una de las favoritas de los niños. El pequeño se da cuenta de que es un ser independiente, con sus propias necesidades y deseos, distintos a los de sus padres. A esta edad es testarudo y cabezota y es habitual que responda negativamente a todas las preguntas que se le hacen.
Este negativismo es el reflejo de una etapa de confusión por la que atraviesa el niño. Ante tantas opciones nuevas acaba diciendo “no” a todo lo que le rodea e incluso a las cosas que le gustan. A veces tanto “no” se debe a que es lo que más oye en casa y se limita a imitarlo. Otras veces, sólo trata de medir hasta dónde llega la paciencia de sus padres.
El negativismo y el descaro del pequeño también tienen su parte buena, son un primer síntoma de carácter y de deseo de autonomía. Está dando el primer paso para defender sus posiciones.
¿Qué pueden hacer los padres?
Aunque la actitud del niño sea realmente para perder la paciencia, no se debe olvidar que las reacciones de los padres tendrán su trascendencia en el mundo que el pequeño está descubriendo.
Los padres deben tener paciencia y demostrarle al niño todo lo que se le quiere. La actitud de los progenitores ante la testarudez debe ser tolerante. Al enfrentarse con el niño en esta época es importante que no se sienta siempre como el perdedor de la “batalla”.
Esta etapa es importante en su desarrollo psicológico, si se castigan estas actitudes, su proceso evolutivo se verá afectado. Es importante no utilizar mucho la vía de la imposición. No se deben abusar de los enfrentamientos directos como “Te vas a la cama porque te lo digo yo y punto”.
Ser claros
Ser sinceros con el niño es fundamental, se le deben dejar claras las cosas que no admiten discusión en casa. Cuando se quiera que haga algo, como irse a la cama, no se le debe dar la opción de obedecer con preguntas como “Te llevo a la cama?”. Cuando no hay opciones no es justo que se le hable como si éstas existieran.
Otra forma muy utilizada por algunos padres para evitar conflictos con los niños es el famoso “después”. A no ser que sea cierto que cuando haya cenado se le va a dejar ver un poco los dibujos no se le debe engañar. El niño necesita confiar en los padres y esos pequeños detalles, a la larga, se lo impedirán.
Disminuir el uso del “no”
La manía que el niño tiene de decir a todo que “no” se puede disminuir si los padres saben ir por las buenas, con mucha habilidad y paciencia. El niño tiene unas ansias de cariño y de atención tan grandes, que los padres podrán lograr que haga cualquier cosa si se le sabe llevar a ello con mucho tacto.
Habrá que mostrar interés hacia lo que hace y convertir las actividades a las que siempre responde de forma negativa en divertidos juegos. Por ejemplo, a la hora de ordenar los juguetes se le puede decir “Vamos a enseñarle a la muñeca dónde se guardan las cosas”.
El abuso del “no” por parte de los padres tiene efectos negativos en el niño. Aunque con dos años todavía tiene una reducida capacidad de reflexión y comprensión, en lugar de prohibirle cosas diciéndole simplemente que no, los padres han de estimular su inteligencia proporcionándole explicaciones adecuadas a su edad. Así se acostumbrará a hacer las cosas que le cuestan por algún motivo, a que el esfuerzo tenga sentido.
Inés Guerenabarrena
martes, 20 de mayo de 2008
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