Durante la infancia, el niño vive numerosas experiencias que le producen alegría, satisfacción, placer y otras que le provocan ansiedad, desilusión o estrés. Estas vivencias despiertan sentimientos que invitan al niño a sentirse más o menos valioso, a ser más o menos resistente a las frustraciones, más o menos fuerte ante las críticas o ante los errores propios, a sentirse más o menos vulnerable ante los retos y más o menos satisfecho consigo mismo
En su relación con el entorno va conociendo sus fortalezas y debilidades. Ese medio y todas sus relaciones representan un aspecto clave, ya que niños y niñas sienten un permanente deseo de impresionar a papá, a mamá, a sus seres queridos, ya que de esta manera confirman su aceptación y valoración.
jueves, 12 de enero de 2012
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