Las pirámides son unos de los monumentos más impresionantes que nos dejó el antiguo pueblo egipcio.
Miles de obreros trabajaban durante años para construir una pirámide, que serviría de tumba al faraón.
Durante tiempo se pensó que los obreros que trabajaban en la construcción de las pirámides eran esclavos, pero después se supo que el faraón contrataba campesinos en los meses en los que no había trabajo en el campo y que se les pagaba con sal, trigo y cebada a cambio de su trabajo.
Estos campesinos llegaban a trabajar desde diferentes lugares de Egipto, por eso, se construían las ciudades de los obreros donde vivían hasta que volvían a sus casas.
Estas ciudades contaban con servicios médicos donde se les atendía cuando tenían accidentes en el trabajo o enfermaban. Los constructores tenían que estar muy bien organizados para trabajar en estas obras tan importantes y cada grupo de cuatro hombres tenía un capataz que se encargaba de guiarles en el trabajo y de que no perdieran tiempo en sus jornadas…
Había un sacerdote y sabio egipcio llamado Imhotep. Él es el primer arquitecto conocido de la historia del que se tiene constancia escrita y también el arquitecto e inventor de la pirámide escalonada de Sakkara, que parece ser la más antigua y fué construida para el faraón Djoser en el año 2750 antes de Cristo.
A partir de ahí siguieron construyéndose más y ahora se conocen alrededor de 100. Muy cerca del Cairo, en la llanura de Gizeh, hay un conjunto de pirámides entre las que se encuentra la más grande de todas con 146 metros de altura por 230 metros de ancho, que fue construida para el faraón Keops.
En esta llanura está también la de Kefren, que parece más alta que la de Keops porque está construida en una zona de la llanura que está un poco mas alta, pero en realidad tiene 10 metros menos. Junto a ellas está la de Micerinos, más pequeña que las dos anteriores pero igual de impresionante.
Ahora la pirámide de Keops está algo deteriorada, pero cuando fue construida, estaba formada por dos millones de bloques de granito muy pesados de un metro de altura, que estaban tan bien unidas entre sí, que era imposible introducir la hoja de un cuchillo entre ellas. La parte exterior estaba perfectamente alisada y pintada en franjas de diferentes colores; la parte de arriba era dorada.
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