El desarrollo en toda persona implica un proceso continuo que va evolucionando a través de etapas secuenciales, cada una de las cuales supone un grado de organización y madurez más complejo.
Aunque existe cierta correlación entre los periodos de desarrollo con determinadas edades cronológicas del individuo, no se debe considerar como válido el intento de establecer edades fijas para los distintos niveles de crecimiento, lo que se explica de manera sencilla, pues a medida que aumenta la edad cronológica la complejidad de los procesos mentales es mayor, siendo éstos distintos para cada grupo social y para cada individuo en particular. Es por ello que cualquier tipo de encasillamiento resulta imposible.
Existen parámetros del desarrollo propuestos por varios autores, en los cuales nos podemos basar para ver en qué etapa se encuentra un niño. No obstante, la estimulación temprana puede considerarse una alternativa para mejorar el progreso del infante.
¿Qué es la estimulación temprana?
Es un concepto que se originó con el objetivo de desarrollar las capacidades disminuidas de niños con problemas neurológicos o cerebrales, por ejemplo, aquellos con Síndrome de Dawn o parálisis cerebral. Sin embargo, desde hace más de 25 años Colegio Pequeñitos tuvo la visión de utilizarlo también para impedir que un niño sufra retardo intelectual o cuando se busca acelerar el desarrollo de un infante que no tiene ninguna alteración en su desarrollo mental.
Así, al excitar sus órganos sensoriales de diferentes maneras, el niño entenderá más rápido su entorno y adquirirá una madurez intelectual más completa. De este modo, al extender sus extremidades con leves ejercicios y colocarlo sobre los pies de un adulto se podrá simular la acción de caminar. A través de juegos con comida se le puede enseñar las diferentes texturas que existen; para que entienda el concepto de los cambios de temperatura, se frotarán hielos en su cuerpo y después se le acercará una sustancia o elemento caliente para que note la diferencia. De forma similar se pueden emitir sonidos graves y agudos o mostrarle luces de diferentes tonalidades.
Este conjunto de acciones proporciona al niño las experiencias que necesita desde su nacimiento, para desarrollar su madurez con respecto a su edad. La estimulación temprana se realiza en los primeros años de vida, y no es necesario que exista alguna deficiencia en su desarrollo intelectual para aplicarla, pero es importante proporcionársela al niño que nace en un ambiente carente de estímulos, para evitar retraso en su desenvolvimiento.
Esta serie de acciones no restringe la iniciativa del niño, su curiosidad y su propia necesidad de crecer; por el contrario, busca alcanzar el máximo desarrollo integral logrando lo mejor de sus capacidades mentales, emocionales, sociales y físicas, apoyando el progreso de su inteligencia y personalidad.
Para Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, las primeras experiencias vividas y las relaciones afectuosas del niño dejan huella en el adulto. En tanto que Jean Piaget, clásico de la psicología infantil, señala que el desarrollo mental del niño se inicia desde el momento de nacer, además, considera que la inteligencia no es totalmente innata, pues se alimenta del medio ambiente.
Los programas de estimulación temprana son buenas herramientas para que los niños comprendan el entorno en el que viven y enfrenten las etapas siguientes con seguridad.
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