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martes, 20 de mayo de 2008

LA ETAPA DEL ¿POR QUÉ?

¿Por qué los peces viven en el agua? ¿Por qué hace ruido el despertador? A partir de los tres años los niños muestran una insaciable curiosidad, no paran de preguntar el porqué de todas las cosas. Creen que sus padres tienen respuestas para todo. Es un elemento muy positivo en su desarrollo, aunque a veces resulta agotador para los adultos.


Los niños preguntan por curiosidad, tienen mucho interés por todo lo que les rodea. Para ellos el mundo es algo que hay que descubrir e investigar. Muchas veces, preguntan para ver si los padres contestan lo mismo que ellos se imaginaban acerca de una cuestión. Lo hacen para confirmar las fantasías que tienen sobre las cosas.

En ocasiones, se dan cuenta de que existen ciertos temas de los que no está bien hablar, aunque se sientan realmente interesados por ellos. En estas situaciones, utilizan el “rodeo” hasta que se van acercando a lo que les preocupa. Otras veces, hacen preguntas para poner a prueba a sus padres, para tantearles, ver sus contradicciones o comprobar si se atreven a decirles cosas que ya saben.

¿Sus preguntas cambian según la edad?
Las cuestiones que plantean los niños varían según su edad. Alrededor del año y medio preguntan continuamente “¿qué es esto?” e interrogan a sus padres sobre todo lo que tienen a su alrededor. Esta actividad constituye un juego para ellos. Es una forma de conocer lo que les rodea, de ampliar su vocabulario y de perfeccionar su lenguaje.

A partir del tercer año llega la etapa del ¿por qué?. Sienten una inmensa curiosidad por conocer la causa de todas las cosas, y descubren que la palabra les permite investigar con sólo preguntar a los adultos.

¿Qué buscan?
Lo que interesa al niño es conocer la relación existente entre el objeto y sus propias necesidades. A los tres años, el niño todavía no comprende las causas de los fenómenos, ni tampoco es eso lo que desea saber. Lo que le interesan son las finalidades. Los niños desean una respuesta clara y verdadera, no necesitan argumentos demasiado complicados.

La imaginación y la curiosidad infantil son ilimitadas, por lo que pueden hacer preguntas de todo tipo, desde las más lógicas a las más disparatadas. Sus intereses abarcan una gran cantidad de temas: los animales, las máquinas, la naturaleza, el cuerpo humano, sus familiares y muchos otros.

¿Qué actitud tomar?
Los padres deben procurar que el niño sienta que se interesan de verdad por sus preocupaciones. Si no lo hacen y sus preguntas se quedan sin respuesta, puede pensar que sus ansias de saber son algo negativo, con lo que irá perdiendo el interés por el conocimiento de lo que le rodea.

Algunos padres, cuando sus hijos les preguntan acerca de temas considerados tabú recriminan al niño por su curiosidad o no le responden. Esto, además de confundir al niño, puede fomentar su desconfianza hacia los padres; cuando se entere de la verdad se llevará una gran decepción en cuanto a la competencia de los padres para resolver sus dudas.

Con la verdad por delante
Es aconsejable no rehuir nunca una pregunta y contestar con absoluta franqueza, adaptando una respuesta adecuada a la edad del niño y a su capacidad de comprensión. Hay que tener en cuenta que más adelante, el niño, por uno u otro lado, se informará de estas cuestiones, generalmente por sus amigos, con un desconocimiento parecido al suyo, lo cual creará un mayor desconcierto.

En el caso de las preguntas relacionadas con temas difíciles de explicar para los padres, es fundamental no adoptar actitudes evasivas o engañosas. Esto hará que el niño se cree ideas falsas, y puede ser perjudicial para el desarrollo de su personalidad.


Inés Guerenabarrena

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